viernes, agosto 28, 2009

Un día de Campaña

El jovencito se quedó mirando al hombre y demostró su timidez escondiéndose de un brinco detrás de la pared a medio terminar que empezaron a construir (antes de él nacer) para separar a su barrio de la parte decente de la capital. el hombre en cuestión era un político, extraña especie que sólo se avista por esos lares cuando está en su período más vulnerable: la campaña. El niño, al ser tan jovencito, nunca había visto uno de esos taaaaan de cerca, sólo en las teles de los vecinos que vivían mejor por ahí, o sea, los que no trabajaban ni en oficinas ni en zonas francas, pero que sin embargo tenían de todo en sus casas y de lo bueno, aunque a veces algunos policías les daban carreras a media noche y había que esconderlos abajo de la cama hasta por tres días, porque si se dejaban atrapar, salían al otro día en el periódico que dizque se habían enfrentado, armados, a una patrulla de la policía. El político-en-campaña miró al niño y sonrió, era perfecto para hacerse "una foto con el pueblo". El niño abrió los ojos sorprendido, ¡El hombre con corbata lo estaba mirando! ¡Seguro que algo malo había hecho él! ¿Y ahora qué hago? ¿Corro por los callejones en busca de alguna cama dónde esconderme por tres días o me dejo atrapar y me hago el muerto antes de que me saquen la fotografía con las armas de fabricación casera? el niño, inteligentemente, miró a su alrededor y como no vio ningún callejón libre -todos estaban ocupados por los policías que cuidaban al señor de la corbata- decidió su plan B, se tiró al suelo y volteó los ojos, empezó a tongonearse y finalmente, quedó inmóvil, esperando haber sido convincente. Allí se armó tremendo reperpero; el politico corrió, cual héroe a socorrer al niño, los policías corrieron a proteger al candidato y la gente corrió a ver qué le habian hecho al niño. El candidato hizo que subieran al niño "moribundo" en su yipetta exonerada; lo llevaron al hospital más cercano y como ahí no había mucha seguridad para el candidato, hubo que llevar al niño a una clínica privada que el candidato pagó de su bolsillo, después de asegurarse que sus periodistas de cabecera tomaran buena nota de todo y buenas fotos, por supuesto. El niño sintió el friíto cuando lo metieron en un cuarto con aire acondicionado y se preparó para sufrir lo mismo que le pasó a Chú-quita-tennis cuando salió en el periódico lleno de sangre y con tremenda Uzzi al lado. Le empezó a entrar el entusiasmo por poseer una Uzzi aunque tuviera que morir en el intento, pero el médico le hizo abrir los ojos cuando mencionó la palabra Jeringuilla: hum hum, nananina, a él nadie le iba a sacar sangre ni nada de eso. Se sentó en la cama y dijo que tenia hambre y que se estaba haciendo pipí. Todo el mundo empezó a aplaudir y a vitorear al candidato, ajá, ¿Y fue él el que revivió? ¿Y yo?, diantre, se ve que los pobres no servimos para nada, ni para morirnos. El niño hizo su pipí en un inodoro limpio y oloroso, salió y se retrató, vivo y sin Uzzi al lado del sonriente candidato que lo llevó a comer pizza y después lo regresó a su barrio en medio de los vítores -más-, de los vecinos del barrio y la madre y el padre, que por fin aparecieron llorando y pidiendo por su boca. El niño no logró absolutamente nada fuera de la pizza, pero el candidato logró un paquetón de votos en el barrio y un titular en casi todos los periódicos durante tres días y un reguero de entrevistas en todos los programas de opinión.

Invasión a la dominicana por Sergio Forcadell

La verdad es que los dominicanos tenemos un arte único para invadir lo que sea, desde aceras, parcelas, viviendas, fincas, hasta cualquier planeta que se nos ponga a mano, no importa que esté habitado o no. Veamos un caso bien ilustrativo. Un día, un buen señor con camiseta y barriga medio al aire, chequea una acera lo suficiente amplia y concurrida donde montar un negocito. Busca, a ojo de buen invasor el mejor lugar de la misma, preferiblemente si hay cerca un solar yermo por donde guardar de noche determinados utensilios y hacer sus urgencias fisiológicas de manera más o menos privada. En un breve tiempo, como quien no quiere la cosa, coloca un rústico banquito para sentarse, a la vez le sirve para marcar su futuro territorio. Después de un tiempito de observar mansamente el panorama, trae una mesa, lo más desvencijada posible, y la coloca de manera tal, que los transeúntes pasen lo más estrecho posible, pues así se fijarán en lo que vende. Es importante también que los vehículos puedan pararse delante del negocio, aunque esto suponga un peligro, tal como está el tránsito de malo, esto no tiene importancia alguna. Acto seguido, comienza a traer las mercancías, plátanos, gomas, aceites lubricantes, chucherías, lo que sea. De inmediato se percata que tiene la necesidad de colocar algunos tramos, cosa que hace con la mayor naturalidad, pues el puestecito tiene muchas posibilidades de ampliarse hacia los lados. Como Santo Domingo ya compite y aventaja en eso de llover a Londres o Seattle, se da cuenta que hay que protegerse del agua y del sol y aparece otro buen día con un plástico azul enorme y bien ajado con el que cubrirse de manera más o menos precaria. Poco después, al ver que el sistema es insuficiente, decide hacerle una importante mejora y construye un techito de rancheta, con muchos ganchos para colgar productos. Como el negocio comienza a marchar, trae una nevera desechada por algún vecino, y amplia su renglón de oferta con jugos o refrescos con un hielo más que sospechoso, claro que para ello ha empleado los servicios de un amigo experto en engancharse de gratis al tendido eléctrico. También nuestro protagonista se ha percatado que las frituras de grasa y humareda funcionan, sobre todo en la mañanita y al anochecer. Y está pensando además que matar, pelar y descuartizar pollos con una tabla y una lata de agua caliente le dejará unos pesitos extras. Bien, ya tenemos todo un próspero comerciante con un hijo, el cuñado o la mujer empleados en el negocio, compitiendo de tú a tú con cualquier cristiano que pague local, luz, ayuntamiento, basura, agua, impuestos y mil cosas más. Y cuidado con ir a sacarlo porque es todo un padre de familia que ha levantado con su esfuerzo todo un supermercado de acera. Por lo menos habrá que indemnizarle con un par de millones por el "punto" creado. Si los rusos o los americanos hubieran utilizado el sistema dominicano de invasión, hace rato que Irak, Afganistán y otros países ya serían suyos y sin tener que lamentar ninguna víctima por ambas partes.

CONFLÉ Y MANGÚ: INDIVIDUALISMO Y COLECTIVISMO por César Román Sassone

En mi etapa de adaptación a la vida en esta cosmopolita urbe neoyorquina noté otro aspecto distinto de esta cultura: el individualismo. ¡Qué choque para este dominicano que venía de una cultura colectivista acostumbrado a la chercha!!!!!!!!!!!!!! … ¿En que nos diferenciamos? Los individualistas, como dice el sociólogo Richard Brislin, tienen que desarrollar ciertas habilidades sociales; tales como: hablar en público, conocer a otros rápidamente y hacerlos sentirse cómodos; tienen además que causar una buena impresión, y ser educados, cordiales, y hablar fluidamente durante los encuentros iniciales. En mi país, Quisqueya, La Bella, tenemos al amigo que nos presenta: “Éste es Pancho, mi amigazo del bachillerato; un “caballo” en matemáticas”. “Éste es mi compadre Cachacho, uno de los 30 Caballeros”. “Ésta es mi comadre María, una estrella haciendo sancochos”. “Éste es mi tío Mon, el hombre más serio de este pedazo”. La introducción ha sido hecha por un tercero, que nos deja puesto un sello de garantía. Como ven, nosotros tenemos un grupo social que nos apoya; mientras que aquí en Nueva York, uno tiene que valerse por sí mismo e ir desarrollando consciente o inconscientemente las habilidades que nos van a abrir paso; o sea que, decir: “Yo soy el vecino del hermano de la querida del Capitán Ramírez”, aquí no sirve para nada. De acuerdo a Harry Triandis, Richard Brinslin y CH Hiu los individualistas entre otras cosas, tienden a poner relativamente poca atención a los grupos a los cuales ellos pertenecen (incluyendo la familia), tienden a definir el status de acuerdo a los logros que ellos han obtenido por ellos mismos, y parecen satisfechos con relaciones superficiales y cortas. Los individualistas, además, están listos para hacer negocio muy pronto después de haber conocido a alguien, colocan mucha importancia a las reglas escritas, a los contratos, a los procedimientos y a las fechas en las cuales éstos deben ser cumplidos; y asumen que los individuos, por lo general, necesitan estar a solas parte del tiempo, y que además, éstos prefieren resolver los problemas por ellos mismos. (1978-271) Para nosotros, los grupos a que pertenecemos son muy importantes: la familia, el vecindario, los compañeros de la escuela, el grupo de amigos, el grupo del coro, la comparsa…, y el status nos viene dado muy a menudo por la familia y las asociaciones a las que pertenecemos: “Ése es Paco Vicini, de los Vicini de la Romana.” “Ésa es Doña Tatica Moño Duro, Presidenta de la Asociación de Abogados de Hato Mayor.” “Ése es el hijo del Coronel Rodríguez.” o “Ésa es Marina Jorge, en el colegio, ella era del grupo de Periquita Martínez” También cabe señalar, que en nuestra sociedad colectivista generalmente, preferimos las relaciones largas y duraderas; por ejemplo, todavía hablo con mis amigos de hace más de 30 años, como si no hubiera pasado un día. Por otra parte, en las sociedades colectivistas, antes de cerrar un negocio, nos tomamos todo el tiempo necesario en compartir y conversar; no se le da tanta importancia a los contratos ni a las fechas, y por lo general, las reglas y los compromisos son más flexibles; siendo, en mi opinión, la hora y las fechas para cumplirlos demasiado flexibles. Hablamos de hora americana y hora dominicana; decimos a las 6 p.m. para que lleguen a las 8 p.m. Aspecto, que en mi opinión, es una característica del subdesarrollo que nos hunde; pues la puntualidad y la integridad deben ser valores universales. Siento que en las sociedades colectivistas preferimos la compañía a la soledad; nos encanta el bonche, el grupo y el compinche, y escogemos estar con alguien, hasta para hacer nuestras diligencias. Por último, contrario al americano que piensa que el otro puede resolver los problemas por sí solo, el dominicano tiene un consejo y una medicina para todo. Después de cualquier planteamiento nuestros paisanos te ofrecen una solución inmediata: “Tienes una resaca, ¡ah….tómate una fría!”; “Tienes el pecho apreta’o, toma aceite de higuera.” “¿Viene visita para tu casa? Échale agua a la sopa.” … Como dice el mercadólogo español Doménec Biosca: “Los dominicanos nacen con sabiduría. No necesitan leer, ¡todo lo saben! Ofrecen soluciones, antes de saber el problema”…. Por lo que pienso, que el dominicano es, por lo general, médico, estilista, mecánico, brujo y terapeuta. Cuando estamos lejos del terruño que nos vio nacer, extrañamos ese mangú con cebolla con queso blanco frito con dos rueditas de salchichón, extrañamos compartir con los amigos de antaño cuando nos castiga el frío, la soledad y la distancia; y añoramos ese abrazo apretado con sabor a campiña aromatizado con una taza de café de pilón; pero muchas veces, nos toca incorporar actitudes de otras sociedades más avanzadas, sobre todo, cuando sentimos que éstas pueden ser provechosas para nuestro desarrollo, y el desarrollo del país. Me pueden escribir a:cesaromans@aol.com César Román Sassone es profesor de Baruch College en la ciudad de Nueva York y autor de Vivir a Plenitud, El Camino Hacia Ti Mismo, El Arte de Vivir , Padres e Hijos y El Pasajero del Tren 7.

Datos personales

Mi foto
Santo Domingo Oeste, Santo Domingo, Dominican Republic
Soy una dominicana atípica...estoy al día con mis impuestos y no me robo ni la luz ni el agua. Y aunque estoy jarta de los políticos, también del 4%, de la cementera de los Haitises, de Papá....

BALDERITOS