La verdad es que los dominicanos tenemos un arte único para invadir lo que sea, desde aceras, parcelas, viviendas, fincas, hasta cualquier planeta que se nos ponga a mano, no importa que esté habitado o no. Veamos un caso bien ilustrativo.
Un día, un buen señor con camiseta y barriga medio al aire, chequea una acera lo suficiente amplia y concurrida donde montar un negocito. Busca, a ojo de buen invasor el mejor lugar de la misma, preferiblemente si hay cerca un solar yermo por donde guardar de noche determinados utensilios y hacer sus urgencias fisiológicas de manera más o menos privada.
En un breve tiempo, como quien no quiere la cosa, coloca un rústico banquito para sentarse, a la vez le sirve para marcar su futuro territorio. Después de un tiempito de observar mansamente el panorama, trae una mesa, lo más desvencijada posible, y la coloca de manera tal, que los transeúntes pasen lo más estrecho posible, pues así se fijarán en lo que vende. Es importante también que los vehículos puedan pararse delante del negocio, aunque esto suponga un peligro, tal como está el tránsito de malo, esto no tiene importancia alguna. Acto seguido, comienza a traer las mercancías, plátanos, gomas, aceites lubricantes, chucherías, lo que sea. De inmediato se percata que tiene la necesidad de colocar algunos tramos, cosa que hace con la mayor naturalidad, pues el puestecito tiene muchas posibilidades de ampliarse hacia los lados.
Como Santo Domingo ya compite y aventaja en eso de llover a Londres o Seattle, se da cuenta que hay que protegerse del agua y del sol y aparece otro buen día con un plástico azul enorme y bien ajado con el que cubrirse de manera más o menos precaria. Poco después, al ver que el sistema es insuficiente, decide hacerle una importante mejora y construye un techito de rancheta, con muchos ganchos para colgar productos.
Como el negocio comienza a marchar, trae una nevera desechada por algún vecino, y amplia su renglón de oferta con jugos o refrescos con un hielo más que sospechoso, claro que para ello ha empleado los servicios de un amigo experto en engancharse de gratis al tendido eléctrico. También nuestro protagonista se ha percatado que las frituras de grasa y humareda funcionan, sobre todo en la mañanita y al anochecer. Y está pensando además que matar, pelar y descuartizar pollos con una tabla y una lata de agua caliente le dejará unos pesitos extras.
Bien, ya tenemos todo un próspero comerciante con un hijo, el cuñado o la mujer empleados en el negocio, compitiendo de tú a tú con cualquier cristiano que pague local, luz, ayuntamiento, basura, agua, impuestos y mil cosas más. Y cuidado con ir a sacarlo porque es todo un padre de familia que ha levantado con su esfuerzo todo un supermercado de acera. Por lo menos habrá que indemnizarle con un par de millones por el "punto" creado.
Si los rusos o los americanos hubieran utilizado el sistema dominicano de invasión, hace rato que Irak, Afganistán y otros países ya serían suyos y sin tener que lamentar ninguna víctima por ambas partes.
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