El jovencito se quedó mirando al hombre y demostró su timidez escondiéndose de un brinco detrás de la pared a medio terminar que empezaron a construir (antes de él nacer) para separar a su barrio de la parte decente de la capital. el hombre en cuestión era un político, extraña especie que sólo se avista por esos lares cuando está en su período más vulnerable: la campaña. El niño, al ser tan jovencito, nunca había visto uno de esos taaaaan de cerca, sólo en las teles de los vecinos que vivían mejor por ahí, o sea, los que no trabajaban ni en oficinas ni en zonas francas, pero que sin embargo tenían de todo en sus casas y de lo bueno, aunque a veces algunos policías les daban carreras a media noche y había que esconderlos abajo de la cama hasta por tres días, porque si se dejaban atrapar, salían al otro día en el periódico que dizque se habían enfrentado, armados, a una patrulla de la policía. El político-en-campaña miró al niño y sonrió, era perfecto para hacerse "una foto con el pueblo". El niño abrió los ojos sorprendido, ¡El hombre con corbata lo estaba mirando! ¡Seguro que algo malo había hecho él! ¿Y ahora qué hago? ¿Corro por los callejones en busca de alguna cama dónde esconderme por tres días o me dejo atrapar y me hago el muerto antes de que me saquen la fotografía con las armas de fabricación casera? el niño, inteligentemente, miró a su alrededor y como no vio ningún callejón libre -todos estaban ocupados por los policías que cuidaban al señor de la corbata- decidió su plan B, se tiró al suelo y volteó los ojos, empezó a tongonearse y finalmente, quedó inmóvil, esperando haber sido convincente. Allí se armó tremendo reperpero; el politico corrió, cual héroe a socorrer al niño, los policías corrieron a proteger al candidato y la gente corrió a ver qué le habian hecho al niño.
El candidato hizo que subieran al niño "moribundo" en su yipetta exonerada; lo llevaron al hospital más cercano y como ahí no había mucha seguridad para el candidato, hubo que llevar al niño a una clínica privada que el candidato pagó de su bolsillo, después de asegurarse que sus periodistas de cabecera tomaran buena nota de todo y buenas fotos, por supuesto. El niño sintió el friíto cuando lo metieron en un cuarto con aire acondicionado y se preparó para sufrir lo mismo que le pasó a Chú-quita-tennis cuando salió en el periódico lleno de sangre y con tremenda Uzzi al lado. Le empezó a entrar el entusiasmo por poseer una Uzzi aunque tuviera que morir en el intento, pero el médico le hizo abrir los ojos cuando mencionó la palabra Jeringuilla: hum hum, nananina, a él nadie le iba a sacar sangre ni nada de eso. Se sentó en la cama y dijo que tenia hambre y que se estaba haciendo pipí. Todo el mundo empezó a aplaudir y a vitorear al candidato, ajá, ¿Y fue él el que revivió? ¿Y yo?, diantre, se ve que los pobres no servimos para nada, ni para morirnos. El niño hizo su pipí en un inodoro limpio y oloroso, salió y se retrató, vivo y sin Uzzi al lado del sonriente candidato que lo llevó a comer pizza y después lo regresó a su barrio en medio de los vítores -más-, de los vecinos del barrio y la madre y el padre, que por fin aparecieron llorando y pidiendo por su boca. El niño no logró absolutamente nada fuera de la pizza, pero el candidato logró un paquetón de votos en el barrio y un titular en casi todos los periódicos durante tres días y un reguero de entrevistas en todos los programas de opinión.
1 comentario:
Aplausos! Genial, estupendo, magnífico, fenomenal... cuánta imaginación y sensibilidad en esas teclas!
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